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Rusia adquiere características de una dictadura, según Índice de Democracia

Rusia adquiere muchas características de una dictadura tras el grave deterioro que ha sufrido el país durante el último año y que le ha llevado a experimentar la mayor caída a nivel internacional en el Índice de Democracia 2022 publicado por la revista británica The Economist.

«Rusia registró la mayor caída en la puntuación de cualquier país en el mundo en 2022. Su invasión de Ucrania estuvo acompañada de una represión y censura total dentro del país. Rusia ha estado en una trayectoria que se aleja de la democracia durante mucho tiempo y ahora está adquiriendo muchas de las características de una dictadura», explicaron los analistas del medio en su informe anual.

Ese deterioro se desplomó del puesto 124 que ocupaba en el índice de 2021 al 146 este año de un total de 167.

El Índice de Democracia degradó a Rusia en 2011 de un «régimen híbrido» a un «régimen autoritario».

El régimen bielorruso del presidente Alexandr Lukashenko, principal aliado de Rusia y que apoya política y logísticamente la guerra rusa en Ucrania, cayó siete puestos, hasta el 153.

The Economist recalca que una consecuencia lógica de la guerra que libra el Kremlin de Vladímir Putin desde hace un año es «un pronunciado aumento de la represión estatal contra todas las formas de disidencia y una mayor personalización del poder, empujando a Rusia hacia la dictadura absoluta».

Recalca que la mayor concentración de poder en manos del presidente Putin «ha socavado aún más la legitimidad de los mecanismos constitucionales para la transferencia del poder, que se inició con las reformas constitucionales emprendidas por el régimen en 2020», que además permiten al mandatario presentarse dos veces más a la Presidencia y permanecer en el poder hasta 2036.

Según el informe, el mayor retroceso en Rusia se produce en las categorías de participación política y libertades civiles.

La revista indica que el régimen restringió drásticamente las libertades civiles tras la invasión de Ucrania, «reprimiendo aún más las voces disidentes y erradicando los últimos remanentes de cualquier oposición o medio de comunicación crítico».

«Cualquiera que participe en cualquier forma de protesta, por pequeña que sea, se arriesga no solo a una paliza sino también a una larga condena de prisión», subraya.

The Economist también se refiere a las restricciones impuestas en Rusia al uso de internet y la ampliación de listas de «agentes extranjeros» que incluyen a ONG, medios y personalidades y que han obligado a muchos disidentes a abandonar el país.

Asimismo afirma que Rusia, al extender el control del gobierno sobre la economía y la propiedad privada, introduciendo más medidas represivas, movilizando a sectores más amplios de la sociedad para luchar en Ucrania y ampliar la coerción estatal más allá de los sospechosos habituales, «el Kremlin ha roto efectivamente el contrato social no escrito de décadas recientes».

Pese a todo, los analistas defendieron que «sería un error sugerir que los rusos son inmunes a la democracia».

«Los rusos han sido educados en la dura escuela de la obediencia al Estado y la pasividad política bajo diversos regímenes autoritarios. Pero en ocasiones han demostrado que ellos también comparten las aspiraciones humanas básicas de libertad y control sobre su destino», señala The Economist.

«Tales aspiraciones no pueden extinguirse incluso bajo la más dura de las dictaduras. Corresponde a los rusos encontrar su propio camino hacia la democracia, en oposición a un régimen cada vez más dictatorial que está librando una guerra en el extranjero e infligiendo represión en casa», concluye.