Ruido y caos se ‘ausentaron’ ayer de cárcel de La Victoria
El elevado número de personas que cada domingo visita a los reclusos en la cárcel de La Victoria, el ruido de las bocinas de los carros, los largos taponamientos de vehículos y el escándalo de ciudadanos que vociferan a todo pulmón las rutas de los carros públicos, ayer estuvieron ausentes en los alrededores del penal, haciendo que los tradicionales domingos de ruido y caos parecieran cualquier día, menos un domingo.
Los vendedores de ropas de pacas y ambulantes, los que con una carretilla cargan bultos que parientes llevan a los reclusos y aquellos que por 25 pesos guardan celulares a personas que olvidan que está prohibido entrarlos al penal, también brillaron por su ausencia.
La calma estaba presente en los alrededores de la cárcel de La Victoria y a distancia se escuchó decir a una mujer: “hoy no parece domingo”.
Se escuchaba cantar a los pájaros que emprenden su vuelo y descansan en los árboles, y la falta de movimiento en los alrededores del penal hacía pensar a los residentes del distrito municipal de La Victoria si realmente ayer era domingo.
Los minutos pasaban y no se lograba ver carros del transporte público en la zona, algo sorprendente un domingo, cuando regularmente cada minuto llegan dos y tres unidades repletas de personas cargando bultos con comida, ropa y otros utensilios para sus pacientes privados de libertad.
Y así pasó la mañana, solitaria y con poco ruido. Pero esa situación no solo estaba presente en las afueras del penal, sino también dentro de la cárcel, donde los reclusos permanecían tranquilos y los pocos que pudieron ver a sus familiares, fue de lejos.
El testimonio desde el penal lo cuenta David, privado de libertad desde hace dos años, quien aseguró no recordar un domingo con tan pocas personas dentro de la cárcel.
“Realmente hay muy poca gente aquí. Desde finales de marzo comenzaron a venir pocas personas todos los días, incluso, el domingo pasado vinieron pocas, pero hoy (ayer domingo) la presencia de gente aquí adentro es casi nula”, manifestó.
El protocolo
Utilizar guantes y mascarillas es el protocolo obligatorio para poder entrar al penal. Exactamente en la entrada del túnel que dirige a la cárcel, donde los visitantes deben hacer fila en orden de llegada, había un representante de una farmacia vendiendo guantes a RD$25 y mascarillas a RD$50.
“Señores, aquí tenemos sus mascarillas y guantes. Ese es el protocolo obligatorio para entrar a la cárcel; recuerden que tienen que cuidarse y cuidar a los presos”, era la frase que repetía una y otra vez el joven, para vender los elementos de protección.
El túnel que conduce a la entrada de la cárcel estaba totalmente vacío al mediodía de ayer, algo casi imposible de creer en un día que suele ser tan caótico.
No había filas, no había tumultos en los alrededores. La realidad es que a los visitantes nunca se les había hecho tan fácil poder entrar a la penitenciaria en este peculiar domingo sin filas.
El Policía que está parado a la entrada del túnel lo confirma. Nunca había tenido tan pocas personas en la fila un domingo.
El reloj conducía su aguja a marcar la 1:00 de la tarde. Los minutos pasaban y el flujo de personas seguía siendo mínimo.
Desde las afueras de la cárcel se observaba a los reclusos del área llamada El Hospital que limpiaban esa zona con abundante agua, mientras otros suapeaban.
La entrada de familiares
Los familiares de los reclusos se ven en la obligación de confiar en la Policía. No los dejan ver a sus parientes y las compras de alimentos crudos que les mandan se las tienen que dejar con el oficial del día que se encarga de distribuir a cada privado de libertad.
Así lo cuenta la señora Lourdes Vargas, quien llegó a la cárcel a llevarle una compra de alimentos a su hijo, y se llevó la sorpresa de que no lo podía ver. Los alimentos que llevó debía dejarlos con el oficial del día, que se encarga de hacerle llegar a cada recluso.
“Imagínate, yo no quería dejarle la compra ahí, pero tengo que confiar, porque no me dejan pasar”, explicó la señora, quien visiblemente emocionada dijo que quería ver a su hijo.
Con una funda llena de las ropas sucias de su hijo a manos, para lavárselas y devolvérselas limpias el miércoles, dijo que tiene cinco meses visitando la cárcel, y es la primera vez que ve tan pocas personas y no hacía filas para entrar.
Vargas destacó que en el penal están trabajando muy bien y con los niveles de higiene adecuados para que los reclusos no se sigan infectando del Covid-19.
Pero Julio no corrió con la misma suerte que la señora Vargas, pues no sabía que no se permite entrar a la cárcel alimentos cocinados, y la comida que le llevaba a su hijo, enfermo de tuberculosis y Sida, no se la pudo entregar.
“Es un abuso. Es un abuso que no me dejen entregarle la comida a mi hijo y yo sufriendo aquí afuera porque me llama llorando diciéndome que tiene hambre”, decía Julio, mientras estrujaba sus ojos.
A pesar de rogar a los agentes que le permitan entrar la comida a su hijo, no se lo permitieron. Mientras se calmaba, sentado bajo la sombra de un pequeño árbol, logró ver a un conocido que le facilitó RD$200 para que volviera a entrar al penal y lo entregara a su hijo.
Exactamente a las 2:30 de la tarde apareció un hombre que rehusaba usar los guantes.
Aseguraba que es militar, pero la respuesta del policía de turno fue: “La medida es para todos, no solo por su protección, también la de los demás”. Después de varios intentos tratando de convencer al policía, tuvo que acatar la decisión y comprar sus guantes y mascarilla.
El resplandor que se sentía en las afueras del penal era casi insoportable, por lo que no se podía ni imaginar cómo se sentía dentro.
El agobiante calor dentro del penal lo confirma una señora que sale bañada en sudor, quien dice que “la situación no es fácil ahí adentro. Esos muchachos están solo con una bermudita y no aguantan el calor”.
“Gracias a Dios que hoy no hay fila, porque ya casi están cerrando y pude entrar. Le llevé arroz, sardina, jabón, plátanos y salami. Se los dejé con el policía del día. Espero que se lo entreguen”, dijo Maira Solano, madre de un recluso condenado a 10 años.
A las 3:00 de la tarde, el túnel de acceso al penal fue cerrado y se observó salir a tres personas. Y así concluyó un peculiar domingo de visitas a la cárcel, marcado por la poca presencia de personas y vendedores.
Para las 4:00 de la tarde, las pocas personas que había en las calles del distrito municipal de La Victoria comenzaron a entrar a sus hogares, pues a las 5:00 comenzaba el toque de queda que obliga a los ciudadanos a permanecer en sus hogares para disminuir la propagación del Covid-19.