Museo de las Atarazanas: historia de la economía dominicana oculta bajo el mar
Febrero es el mes de la Patria en República Dominicana, pero más que la historia que involucra a la independencia en 1844, hay otras aventuras que son el reflejo de lo que era la colonia cerca del año 1544 y de la dinámica comercial.
El Museo de las Atarazanas Reales (MAR) ubicado en la Ciudad Colonial transporta a quienes lo visitan al siglo 16, ya que alrededor de este edificio se ubicaba el “Barrio de las Atarazanas”, donde llegaban marineros, comerciantes, soldados, estibadores y transeúntes, dando vida comercial al lugar. A este sitio era que llegaban las mercancías que venían desde España.
Más allá de esto, hoy hay un gran tesoro en el museo. Se trata de las piezas que se recuperaban de los naufragios de aquella época en la que Cristóbal Colón se propuso desde esta isla explorar el continente americano. En estos barcos se transportaban el oro, la plata, el azúcar y el tabaco americano.
Este martes el presidente Luis Abinader reinauguró el museo que busca atraer turistas motivados por la cultura y los hechos históricos y que a la vez tendrá un gran valor para los amantes de la historia económica.
De acuerdo con el director del Patrimonio Subacuático del Ministerio de Cultura, Pedro Morales, en el museo se cuenta la historia del barco “Nuestra Señora de Guadalupe”, el cual se hundió aquí y todo lo que se traía a la isla están en exhibición en las Atarazanas Reales. En el museo hay también una réplica de esta embarcación con los planos reales del barco, por lo que se le dio la misma forma como estaba construida.
El arquitecto que estuvo a cargo del remozamiento del Museo de las Atarazanas Reales, Wilfredo Félix, explicó durante un recorrido del Listín Diario por el lugar que está repleto de piezas subacuáticas, que también hay imágenes de barcos que llegaban a Santo Domingo en el siglo 18.
Félix comentó que el barco “Nuestra Señora de Guadalupe” se utilizaba para transportar mercancías, pero cuando naufragó venía cargado de toneladas de mercurio, el cual se usaba en las minas de plata y oro para purificar esos metales.
“Los naufragantes se encontraron con un ciclón y zozobraron”, indicó Félix mientras contaba parte de esta historia y otras que los turistas podrán conocer al visitar el lugar en el hay cientos de recuerdos del fondo marino.
Félix aclaró que todas las piezas del museo son auténticas, entre las que se encuentran esculturas encontradas en el mar y pipas de caolín encontradas en un barco de Montecristi, junto con algunos retos cerámicos con singulares elementos decorativos.
Naufragios
Entre las piezas de los barcos hundidos que navegaban por el Caribe se encuentran aquellas que estaban que en embarcaciones denominadas como la Santa María, la flota de Nicolás de Ovando, San Miguel, Adventure Prize, Dioméde, Conde de Tolosa, Navío de las Pipas, entre otras.
Un folleto de informaciones del Ministerio de Cultura, el Ministerio de Turismo, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Programa de Fomento al Turismo de la Ciudad Colonial, destaca que estos barcos nunca llegaron a su destino y fueron aventuras fracasadas de la navegación alrededor de la isla.
“Algunos fueron terribles accidentes marítimos que dejaron tras de sí miles de vidas de navegantes, comerciantes, pasajeros, religiosos, soldados y marinos, y una ingente cantidad y variedad de objetos que hoy debemos encontrar, investigar, descifrar y conservar para las futuras generaciones”, informa el documento creado bajo la colaboración de las entidades citadas.
Lo vivimos con el Listín
El sábado 26 de junio de 1976, este periódico publicó la noticia del hallazgo y recuperación por parte de la Marina de Guerra dominicana de 39 cañones de una embarcación hundida.
Las piezas identificadas por el capitán norteamericano Tracy Bowden pertenecían a un navío español de la Flota de Azogues de 1724.
En las bodegas iban 8,000 quintales de mercurio de Almadén, envasados en bolsas de cuero o baldeses introducidos en pequeños barriles de madera y estos, a su vez, en cajones de madera. Además, transportaban lotes de balas, piezas de hierro, rejas de arar, aceite, vino y aguardiente y cajas con clavazón para construir una embarcación a vela en el astillero de La Habana.