La ex primera dama que anhela el poder social
La del próximo domingo será la cita política más trascendental que haya enfrentado la ex primera dama de Guatemala Sandra Torres en sus 63 años de vida. Será cuando asista a los comicios de la segunda vuelta ante su oponente, el exdirector del Sistema Penitenciario Alejandro Giammattei, del derechista Vamos.
Comunicadora de profesión y maestra en Políticas Públicas, la candidata del partido Unidad Nacional de la Esperanza (UNE) se ha transformado con el paso de las campañas con el fin de mantenerse en el imaginario como una política que así como vela por los pobres y es garante de la protección social, volverá a sacar al Ejército a tareas de patrullaje.
Además, ha prometido que reactivará la economía con empleo juvenil y para mayores de 40 años y mantendrá las tradiciones que no dan cabida a la diversidad sexual ni al aborto.
Se ve desde 2011, cuando intentó por primera vez llegar a la máxima magistratura con un divorcio exprés del entonces presidente, Álvaro Colom, cuando se mostró más aguerrida pese al fracaso legal de su candidatura; a 2015, cuando intentó lucir renovada, fresca y amable -en redes sociales daba consejos de cualquier índole-; y hasta este 2019, que buscó mostrar una mayor calidez y moderación.
A ojos de uno de sus colaboradores más cercanos en la estructura del partido, el subjefe de bancada de la UNE en el Congreso y exviceministro de Finanzas (a inicios de la Administración Colom), Carlos Barreda, Torres es una política «pragmática, con alta sensibilidad y preferencia por los pobres y conservadora en lo ético-moral».
Una mujer a la que «nadie le ha regalado nada», dice a Efe el congresista, quien también fue el principal asesor económico de la Presidencia en 2010.
Pese a señalamientos de autoritarismo hacia Torres realizados por exmiembros del partido, Barreda asegura que la UNE ha conseguido tener «más peso» que ella, cuando antes la personalidad y carácter fuerte de la candidata era preponderante.
El diputado describe que una de las principales virtudes de Sandra Torres es su «tenacidad» y coraje, pues «se necesitan agallas para (sobreponerse a) las campañas (negras) que ha tenido en contra», las cuales han cumplido «10 años», pues «había una imagen maligna en su contra desde los medios» y «sus oponentes».
Campañas en su contra basadas en su supuesto pasado guerrillero -que ha desmentido reiteradamente-, en su autoritarismo, en su presunta afinidad al exmandatario venezolano Hugo Chávez y al socialismo del siglo 21; a su fabricado odio al sector económico organizado y a los ricos.
La traducción de esos «ataques orquestados» se ha manifestando de manera recurrente en encuestas que muestran un «antivoto» arraigado en su contra, como el sondeo de finales de julio de CID Gallup publicado por la Fundación Libertad y Desarrollo que mostraba un 37 % de opiniones negativas, mientras su contrincante Giammattei salía con un 10,9 % de opinión en su contra. O los últimos, que dan una amplia victoria al centroderechista.
Esa «voz de autoridad» que mostró siendo primera dama entre 2008 y 2011 -cuando se divorció unos meses antes del inicio del proceso electoral- y ese rol de «poder» que ejerció en el Gobierno, sumado al de «dirigente política» que jugó en lugar de ser una «primera dama de compañía», como subraya Barreda, si bien «ayudó mucho al presidente Colom», también le comenzó a generar un halo de repudio por su afán de protagonismo, como relata a Efe otra fuente cercana a la candidata que pide el anonimato.
Así como ahora se ha mostrado «muy cachureca (religiosa) y cada vez más conservadora», también «sigue siendo esa líder de carácter fuerte, muy explosiva, que tiende a cometer errores cuando actúa con el hígado, aunque con los años se ha controlado», según la misma fuente.
Con la política en la sangre desde sus más entrañables recuerdos, siendo su mamá alcaldesa del municipio que la vio nacer (Melchor de Mencos, en el norteño Petén), Torres montó negocios de importación de ropa y maquilas desde los 80 con su primer esposo, Édgar Augusto de León Sotomayor.
Tras la firma de la paz en 1996 se inmiscuyó en política, primero en organizaciones que se aliaron al partido de la exguerrilla y luego su movimiento que fundó junto al expresidente Colom, la UNE.
Ahora, cada vez más ligera en su ideología, como el mismo color del partido que ha mutado de un verde oscuro a un verde pálido, Sandra Torres asiste a su segundo balotaje con el afán de luchar en contra de esa versión «abrasiva» de ella misma, como la definió el exembajador Stephen Macfarland en un cable que filtró WikiLeaks en diciembre de 2010.