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Hechos de impacto en San Cristóbal

Una de las cosas que más agradezco a Dios en esta etapa de mi vida es la buena memoria con que cuento y que me permite recordar muchos hechos del pasado que percibí o pude ser testigo en mi comunidad natal, San Cristóbal.

Sin pretender hacer un recuento preciso -tampoco pormenorizado ni cronológico- quiero citar algunos sucesos que recuerdo desde finales de la década del 50 hasta cerca del año 2000.

Son parte de un gran paquete de hechos y situaciones que me han llamado la atención.

Por ejemplo: siendo un muchachito observé algunas veces las actividades populares festivas que que se celebraban en la avenida 17 de Julio (hoy Libertad) en ocasión de las fiestas patronales o el natalicio del jefe del Estado, Rafael L. Trujillo Molina, que incluían la colocación del “palo ensebao”, en cuya cima había sustanciosos artículos con los que se premiaba a los que lograban subir tras muchos esfuerzos.

Después de la acción, que concitaba gran algarabía, los “tigueres” participantes (el más activo de los cuales se llamada Fuche, residente en Jeringa) se iban al río Nigua a quitarse la grasa impregnada en su cuerpo.

Ocurrió que en una ocasión algunos de los muchachos fueron a bañarse, para quitarse la grasa, a la piscina del hotel San Cristóbal, que entonces era majestuosa, y dejaron resbalosos los hierros del trampolín. Un jovencito del centro del pueblo de nombre Santiago Pérez, quien no estaba entre los que habían subido al palo encebao (familiar del ingeniero Sertorio Pérez), resbaló en el trampolín y cayó al borde la piscina, golpeándose severamente y muriendo en el acto.

Néstor Fernando Uribe Matos (Fifí), conocedor de muchos acontecimientos de San Cristóbal, me asegura que eso ocurrió en 1955 y que el joven accidentado, con alrededor de 15 años de edad, era estudiante de la escuela pública, cuya parte de varones era dirigida por el profesor Alfredo Zabulón.

El hecho fue motivo de pesar en la entonces reducida comunidad de San Cristóbal y el sepelio se efectuó con un concurrido desfile escolar al frente del cual estuvo la banda de la escuela pública en que predominan cornetas y redoblantes.

No estuve en el lugar de la tragedia ni vi el sepelio (nací en 1950), pero recuerdo haber oído hablar del caso por mucho tiempo, estimando ahora que habría de producirse entre 1955 y 1959.

El autor es periodista.
Los barbudos

Otro suceso que recuerdo data de 1959, tras la llegada desde Cuba del grupo guerrillero antitrujillista que luego se denominó 14 de junio. Los expedicionarios llegaron por Constanza y la costa Norte, provocando una resonancia nacional, aunque pocos días después las fuerzas militares del régimen sofocaron la asonada.

En esos días se corrió la voz en San Cristóbal de que unos “barbudos” (así se llamaba popularmente a los llegados de Cuba), había sido vistos en el área boscosa al norte de la fortaleza del Ejército de San Cristóbal, cercana a la Loma de los Novas.

Esa voz de alarma dio pie a que una multitud, incluyendo muchachos, fuese a la zona -dentro del perímetro de la hacienda Fundación- a buscar palmo a palmo a los “guerrilleros”, lo cual fue imposible porque, obviamente, no había ninguno de ellos por estos lares.

Fue una de mis primeras comprobaciones de como los pueblos están constituidos, en buena parte, de especies de autómatas que siguen ciegamente las directrices del poder de turno.

Muerte del Jefe

Multitud frente a la iglesia de San Cristóbal durante las honras fúnebres a Trujillo
Podría afirmarse que, en esa época, el hecho que más impactó a la comunidad de San Cristóbal en sentido general fue la muerte el martes 30 de mayo de 1961 del dictador Rafael L. Trujillo, no solamente por el hecho de que era el jefe del Estado sino por la vinculación estrecha que tenía con esta comunidad, la que visitaba constantemente en razón de poseer una finca kilométrica.

El sepelio se efectuó en San Cristóbal el viernes de la misma semana y los pocos videos que se conservan muestran las masas pugnando por entrar al Palacio Nacional a observar de cerca el féretro de Trujillo y la aglomeración de público a todo lo largo de la vieja carretera Sánchez en el trayecto de la Capital a esta ciudad.

Aquí constaté -con once años de edad- el mar humano que inundó el área céntrica donde está situada la iglesia parroquial católica, frente al parque denominado Piedras Vivas, lugar de la ceremonia, evidenciando la magnitud del acontecimiento.

Semanas después de morir Trujillo se efectuaba en Santo Domingo un acto con asistencia masiva y un locutor de La Voz Dominicana (planta radial oficial) de nombre Guillermo Peña Frómeta, emocionado, dijo algo así como: “Trujillo no ha muerto. Trujillo vive en nuestros corazones”.

Otra vez las masas incautas interpretaron mal las cosas y se regó como pólvora en la comunidad de San Cristóbal la versión de que Trujillo estaba vivo y esa misma mañana montaba a caballo en la hacienda Fundación. En cuestión de minutos medio pueblo se movió hacia la hacienda buscando al Jefe, provocando un frenesí popular que culminó horas después con frustración y el convencimiento de que el hombre no estaba vivo.

Entierros

Otros entierros en San Cristóbal que movieron mucha gente fueron años después los de Neit Nivar Seijas, Temístocles Metz y Jochi Hernández, así como el de cinco jóvenes que murieron el 1 de enero de 1972 en un accidente en la carretera San Cristóbal-Santo Domingo,

Otros hechos

A poco de morir Trujillo, en el mismo 1961, un suceso repercutió en el centro de la ciudad: Luis Milcíades Uribe Macías (Guiguín) y Julio Urbáez -ampliamente conocidos- se enfrentaron frente al Banco de Reservas. El primero disparó y mató una mujer transeúnte.

En los primeros cinco años de la década del 60 hubo una fuga masiva de presos de la cárcel pública de San Cristóbal, que funcionaba junto a la fortaleza del Ejército (hoy desaparecida) y varios reclusos fueron ultimados en distintos puntos del conmocionado radio urbano.

En abril de 1962 se registraron en San Cristóbal los incidentes callejeros de más estremecimiento después de la muerte de Trujillo, estando el país gobernado por el Consejo de Estado. Se produjo una verdadera poblada cuando se corrió la voz de que San Cristóbal sería convertida en común dependiente de Baní. Esa versión circuló después de saberse que la hacienda Fundación estaba siendo saqueada y dependencias oficiales importantes habían sido sacadas de San Cristóbal.

Estos temblores, que sacudieron al gobierno, culminaron con la muerte del joven Florencio Araujo a consecuencia de disparos policiales.

Más adelante, un notable grupo de sancristoberos participó en la revuelta constitucionalista de 1965 en Santo Domingo. Hasta donde conozco, un solo sancristobero murió en los casi cinco meses de la contienda. Se trató de Manuel Brito (Manuel el ensebao), hijo de un sargento de policía de nombre Zacarías Brito. A Manuel se le atribuyó cometer acciones delictivas dentro de la zona de la revuelta y es de conocimiento general que fue fusilado por la llamada policía constitucionalista. (Alejandro Brioso afirma que otros sancristoberos, no del centro del pueblo, murieron durante la denominada revolución, pero no aporta nombres).

El doctor Manuel Castillo Corporán, conocido abogado del centro del poblado (padre del doctor Mauro Castillo y de la hoy activista cultural Mercedes Castillo), fue muerto y quemado su cuerpo en un hecho delictivo ocurrido entre 1966 y 1968 en jurisdicción de Hatillo.

Por la misma época se batieron a tiros y fallecieron, dos ciudadanos conocidos -Gustavo Pereyra y Diógenes Medina Montás (Negro)- en incidente muy comentado ocurrido en la avenida Libertad, en las cercanías del liceo musical Pablo Claudio.

Década del 70

El 1 de enero de 1972 cinco jóvenes que decidieron trasladarse de noche a la Capital, murieron cuando el vehículo en que viajaban cayó de un puente en la carretera San Cristóbal-Santo Domingo, causando un día de duelo en la ciudad.

Por esta época sufrieron un accidente en la carretera San Cristóbal- Santo Domingo el abogado Alvaro Fernández y el empleado bancario José García Carreño (Minine), quienes fallecieron. Vale recordar que en ese suceso salvaron la vida (prácticamente ilesas) dos estudiantes universitarias que a la salida de la UASD habían recibido una «bola» hacia SC: Evarista Vásquez, hoy dermatóloga, y Cuqui Heredia, hoy médico internista.

A mediados de esta década se suicidó en un lugar solitario de Mira Cielo, en la carretera San Cristóbal-Palenque, el joven Oriolis Radhamés Perelló Caminero, quien se hizo un disparo a la cabeza. Perelló Caminero, nativo de Baní, era una especie de play boy que visitaba ocasionalmente los centros de diversión de San Cristóbal y contaba con muchos amigos. Hijo del coronel Manuel de Jesús Perelló Soto, sus amigos dicen que estaba abrumado de problemas familiares.

En esta década, además, fue muerta tiros por su esposo, quien a seguidas se suicidó, en hecho ocurrido en la calle Santomé, de San Cristóbal, una hija de los comerciantes Papito Ramírez y Justina Pérez. Se trató de Rosario Ramírez (Charo), abogada, ultimada por su marido Freddy Joga.

Un suceso muy sentido en San Cristóbal en esa década fue la muerte el 14 de abril de 1972 en Santo Domingo de la estudiante de 26 años Sagrario Ercira Díaz Santiago, quien había sido herida diez días antes por disparos de efectivos policiales en la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Nacida en Barahona, Sagrario había vivido mucho tiempo en San Cristóbal junto a su familia.

El 7 de noviembre de 1974 fue muerta en Santo Domingo en un hecho que conmocionó al país y a a esta comunidad, la licenciada Ruth Peña Nina, nativa de San Cristóbal, hija de la profesora Luz Nina de Peña, residente en la avenida Constitución, donde hoy existe la clínica Cemeco.

El suceso se produjo mientras estaba acompañada del ingeniero Ramón Flores, quien fue acusado del crimen y enjuiciado, siendo descargado por la justicia seis años después.

El 31 de agosto de 1979 el huracán David afectó gran parte del país y golpeó sensiblemente a San Cristóbal, convirtiéndose en el fenómeno atmosférico que más daño ha causado aquí.

En la década del 80 se produjo un incidente frente a la sede del Ayuntamiento de San Cristóbal y un dirigente reformista disparó y ultimó a una mujer ajena a los hechos. Este hecho recordó uno ocurrido entre 1966 y 1968 en el mismo cabildo, cuando el síndico Guaroa Rodríguez Puello sacó su revolver y lo activó contra el novel reportero radial Plinio B. Martínez, quien lo hostigaba con frecuentes informaciones cuestionadoras de su gestión. Pero el arma se encasquilló, no disparó y Martínez salvó la vida.

Un polvorín en la fortaleza militar de San Cristóbal Antonio Duvergé estalló la mañana del 3 de octubre del año 2000 provocando la muerte de una mujer y varios heridos y obligando a la evacuación de gran cantidad de reclusos de la cárcel pública allí ubicada.

Estos acontecimientos, obviamente, son solo algunos de los ocurridos en San Cristóbal en las últimas décadas que afloran en la mente del autor en momentos de nostalgia y pueden ser ampliados y extendidos.

3 comentarios en «Hechos de impacto en San Cristóbal»

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