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Aflora malestar entre Defensores del Pueblo

espacio de participación que nos ponen a prueba y nos dan la oportunidad de demostrar si en verdad estamos en capacidad de poner en práctica lo que pensamos o decimos, si las palabras les hacen honor a los hechos.

Asumir con responsabilidad el desempeño de una función pública nos permite demostrar la esencia de lo que realmente somos, nos da la oportunidad de hacer lo que muchas veces predicamos en las aulas, en los pasillos universitarios, en programas de radio y televisión o los discursos de campaña.

Hay personas que se pasan la vida predicando una filosofía moralista y exigiéndole a otros el cumplimiento de sus obligaciones basados en valores éticos y morales, sin embargo, cuando les toca administrar o dirigir instituciones públicas actúan contrario a sus prédicas llenando de frustración a quienes confiaron en ellos. 

Durante el ejercicio de mi participación en la lucha por el logro de reivindicaciones y por el establecimiento de un régimen de justicia y bienestar para todos los dominicanos, he tenido la oportunidad de haber compartido con figuras de renombre que en el pasado se ganaron un buen liderazgo y el reconocimiento personal por la prédica en favor del establecimiento de un marco de prevención y lucha contra la corrupción, pero en los hechos han demostrado que una vez que les tocó poner en práctica lo que habían prometido, han sido señalados como corruptos.

El momento de ocupar una función pública en una de las instituciones del Estado dominicano me llegó a mí, el poder legislativo me escogió como segundo suplente del Defensor del Pueblo, ahora es el momento de demostrar si mis prédicas a mi familia, a mis estudiantes, a mis amigos, a la sociedad, demostrar que mi actitud y mi comportamiento se corresponden con la filosofía que yo he predicado.

Algunas personas que me manifiestan aprecio, respeto y afectos, que conocen de mi postura frente a una serie de situaciones que se dan a lo interno del Defensor del Pueblo, me recomendaron que me estuviera tranquilo, que lo dejara que él se sancochara en su p