Civiles ucranianos se aferran a la vida en el frente
El agua fangosa gotea lentamente de un sucio drenaje hacia un mugriento contenedor —y cada segundo que pasa aumenta el riesgo de que Emilia Budskaya pueda perder la vida o una extremidad debido a los ataques de artillería rusa que atormentan su localidad, ubicada en el frente de batalla en el este de Ucrania.
Los enormes boquetes causados por la metralla en los muros del patio a su alrededor son prueba de los peligros de aventurarse al exterior —expuesta y sin los chalecos blindados que utilizan los soldados ucranianos que defienden Vuhledar cuando salen de sus trincheras.
Pero Budskaya y su hija necesitan agua para aferrarse a la vida, para sobrevivir un día más en las ruinas.
Así que esperan, gota a gota, a que el contenedor se llene y Budskaya pueda verter el agua en las botellas de plástico, gota a gota, e iniciar el proceso una y otra vez hasta que llene sus botellas.
Abriéndose paso entre los escombros y el lodo, llevan su botín de regreso al oscuro sótano que ahora se ha convertido en su hogar.
“No tenemos agua, nada”, señala Budskaya. “Acumulo agua de lluvia para lavar trastes y las manos”.
En un frente de guerra prácticamente inmóvil entre las fuerzas de Rusia y Ucrania que se extiende por cientos de kilómetros (millas), desde el mar Negreo en el sur hasta la frontera noreste de Ucrania con Rusia, Vuhledar se ha convertido en uno de lugares más letales de la guerra.
Se ha sumado a Bájmut, Marinka y otras ciudades y poblados, particularmente en el este de Ucrania, como pruebas de la destructiva guerra por desgaste y como símbolos de la feroz resistencia ucraniana.
Al defender sus ruinas, las fuerzas ucranianas le están costando lentamente a Rusia sus esfuerzos por extender su control sobre toda la región industrial del Donbás, en el este de Ucrania. Se convirtió en el objetivo de conquista del presidente ruso Vladímir Putin después que sus fuerzas se replegaron de la capital, Kiev, y del norte de Ucrania en las primeras etapas de la guerra, hace un año.
Los soldados ucranianos están pagando un enorme precio, pero afirman que sus sacrificios están desgastando a las oleadas de soldados y de equipo que Moscú envía al frente de batalla.
En Bájmut, un soldado que se identificó únicamente con su nombre de guerra, “Experto”, dijo que la pulverizada ciudad ubicada en la región de Donetsk, en el Donbás, “se ha convertido en un bastión” para Ucrania.
″¿Ya vieron lo que le hicieron? dijo sobre las fuerzas rusas que han asediado a Bájmut durante meses, avanzando lentamente, a pesar de las enormes bajas, en su intento por tomar una preciada ciudad que, en caso de caer, podría permitirle a Moscú presentar el argumento de que la invasión avanza.
Los campos de batalla alrededor de Vuhledar, al suroeste de Bájmut y también en la región de Donetsk, dan testimonio del valioso equipo y mano de obra que Rusia está gastando, con poca ganancia territorial. Los tanques y otros vehículos blindados de combate destruidos por las minas o frenados por los ataques ucranianos se agrupan en el terreno devastado y lleno de cráteres.
Aunque Rusia se ha apoderado de la mayor parte de la región de Luhansk, que también forma parte del Donbás, la región adyacente de Donetsk sigue dividida aproximadamente entre el control ucraniano y el ruso.
El ejército de Ucrania indicó el domingo que los ataques rusos en el este siguen concentrados en Bájmut y otros objetivos.