Omaira estuvo punto de abandonar el judo
Un día antes de que su padre falleciera, Omaira Ramírez Piña se le acercó a su padre para informarle que deseaba dejar el judo por el tiempo que le estaba demandando la carrera de Medicina.
“Cuando fue avanzando la carrera universitaria me cuestioné mucho sobre si seguía o no en judo porque estudiar y practicar un deporte como demanda para poder tener resultados grandes es muy difícil”, relata la joven atleta oriunda de San Juan de la Maguana.
“Papi, yo estoy pensando no seguir en judo porque se me está haciendo difícil por la universidad”, le comunicó y la respuesta no se hizo esperar.
“No, tú tienes que buscar la forma de compaginar las cosas porque el judo no se puede dejar”, le dijo Edgar Ramírez, profesor, abogado y ex viceministro y director de Deportes en esa provincia en los gobiernos del Partido de la Liberación Dominicana.
Como la decisión paterna era y sigue siendo inapelable, Omaria obtuvo ayer una medalla de bronce muy reconfortante en los Primeros Juegos Panamericanos Junior al vencer con un contundente 10-0 a la chilena Adela Ángeles Espinosa en la categoría 78 kilogramos.
Una vez abandonó el tatami, Omaria se confundió en un emotivo abrazo con su madre Dulce María Piña, una inmortal de esa disciplina que varias veces puso a sonar el himno nacional en Juegos Panamericanos y Centroamericano y del Caribe. Las lágrimas corrieron a raudales por las mejillas de ambas.
“Conquistar la medalla fue un momento muy emocionante por el hecho de que desde el momento de la clasificación yo tenía bien claro que sería dedicada a mi papá”, subraya.
“Él fue mi lugar seguro, mi fuente de inspiración, quien siempre estuvo ahí para mí”, expresa la estudiante del octavo cuatrimestre en la Universidad Autónoma de Santo Domingo, quien desde entonces se ha visto compelida a seleccionar menos materia para continuar en el deporte de alta competición.
“Hey, figura, tu hija ganó”, escribió Dulce María en cuenta de Facebook rememorando como solía decirle Edgar cada vez que Omaria o cualquiera de las otras hijas que procrearon -Lizzy y Luisa Penélope- salían airosas de un combate.
“Hoy te digo, Gordo Ramírez, mira aquí a tu hija. Ganó y lo hizo por ti. Te la dedicó. Donde quiera que esté, Edgar, sé que celebra por tu hija, que celebra por nosotras. Aquí está tu medalla. Celebra con nosotras. Te amamos, Edgar”.
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