Las vacunas contra la gripe y el sarampión podrían ayudar a aplanar la curva de la COVID-19, según estudio
Investigadores de Weill Cornell Medicine (Estados Unidos) y la Universidad de Oxford (Reino Unido) han demostrado que incluso las vacunas contra la gripe y el sarampión podrían ayudar a reducir la carga de la pandemia de COVID-19.
El estudio, publicado en la revista científica ‘Proceedings of the National Academy of Sciences’, cristaliza décadas de evidencia científica que sugieren que las propiedades de refuerzo inmunológico generalizado de muchas vacunas pueden proteger a los pacientes de forma cruzada contra múltiples patógenos.
Antes de que estuvieran disponibles las vacunas específicas contra la COVID-19, muchos expertos en salud pública e inmunólogos sugerían inmunizar a las poblaciones vulnerables con otras vacunas para proporcionarles cierto grado de protección.
«Sabemos que las vacunas no relacionadas tienen estos efectos heterólogos, y una persona razonable podría decir que si las usas durante una pandemia, sería beneficioso. Sin embargo, no estaba claro cuánto ayudaría una intervención de este tipo, a qué poblaciones sería mejor dirigirse o qué parte de la población tendría que recibir las vacunas no relacionadas para tener un efecto significativo», explica Nathaniel Hupert, uno de los líderes de la investigación.
Utilizando la ola de COVID-19 del invierno de 2020-21 que golpeó a Estados Unidos después de la reapertura, los investigadores modelaron los efectos probables de una intervención de la vacuna no COVID-19 en diferentes momentos y dirigida a diferentes poblaciones.
Aunque no especificaron vacunas concretas, los investigadores eligieron valores de protección cruzada coherentes con los datos de estudios anteriores sobre el sarampión, la gripe, la tuberculosis y otras inmunizaciones.
Comprobaron que una vacuna no relacionada que proporcionara solo un 5 por ciento de protección contra la COVID-19 grave, y que se administrara solo a una pequeña parte de la población, habría provocado una reducción sustancial del número de casos y del uso de los hospitales.
«Sorprendentemente, encontramos un par de resultados realmente interesantes a partir de lo que pusimos en la mezcla. Mientras que la gravedad de la COVID-19 está estrechamente correlacionada con la edad, un escenario experimental que modelaba la vacunación de todos los mayores de 20 años era más eficaz que las estrategias dirigidas sólo a los ancianos. Esto podría deberse a que los jóvenes tienden a tener más contactos sociales entre grupos de edad, lo que les hace más propensos a propagar el virus a poblaciones más vulnerables. El momento de la vacunación también fue importante, ya que la administración durante la fase ascendente de la ola de infecciones tuvo el mayor impacto», argumenta Hupert.